La ciudad de Madrid se vacía en agosto. La gente huye a mejores destinos para poder escapar del calor y asfalto madrileño. La gente que se queda en la ciudad durante este mes olvida sus vacaciones disfrutadas en otros meses del año y siente envidia de la gente que sube su disfrute en Instagram. Coger el teléfono y ver a mucha gente en la playa crea envidia en la gente que se queda en la ciudad.
Esas fotos que vemos a diario en nuestro móvil nos muestra la felicidad de la gente y nos hace sentir infelices en los días que estamos encerrados e nuestras casas. La tiranía de Instagram es conocida por todos. Nos encanta posturear un poco, pero cuando lo hacen otros, nos puede hasta molestar.
No todos los días somos felices y tampoco nos tenemos que sentir mal por ello. El mito de «Mr Wonderful» lo estamos intentando matar, pero a veces reaparece en nuevos formatos. Enseñar nuestras fotos de los días corrientes en la ciudad no es contenido para Instagram, aunque yo soy de las que subo fotos de la periferia más cotidiana hasta la playa más bonita en la que he podido estar.

Escribo este texto desde una playa de piedras y llena de medusas. Estoy frente al mar sentada en una silla sin poder entrar al agua. Hace 10 minutos una familia que parecían de Madrid han decidido no quedarse en la playa. Uno de los niños ha dicho «no hemos elegido bien la cala».
La cala en la que estoy tiene muchos inconvenientes, pero siento que es un lugar tranquilo para el que relajarse. Escucho a gente hablando en valenciano , por lo que supongo que sepan de la zona. Ellos se quedan aquí, los de Madrid siguen buscando esa cala perfecta que tal vez no encuentren esta tarde.
(Escrito a finales de agosto de 2022)