«La gente que no mantiene una disciplina, es víctima de sus pasiones». Esta frase la escuché al salir del trabajo, tras un día duro con gran carga de emails y llamadas que atendí. Salía con dolor de cabeza, era un dolor diferente al habitual y no pensé que días más tarde me diagnosticarían mi primera migraña y tuviera que coger mi primera baja.
Durante varios días esa frase sonó en mis pensamientos. Me molestó mucho escuchar a aquel señor que paseaba tranquilo con su chaqueta y corbata junto con aquel compañero que le escuchaba o le aguantaba. ¿Qué es la disciplina? ¿Tener que despertarte a horas intempestivas para llegar a una oficina, hacer un trabajo que no te aporta, volver a casa y seguir intentando ser alguien en el mundo laboral que te gusta?
Creo que llevo años siendo víctima de la disciplina y ojalá pudiera tener el lujo de ser víctima de mis pasiones. Poder despertarme todas las mañanas pudiendo elegir qué hacer, marcando el tiempo para hacer lo que me plazca y no tener que escuchar a señores que prefieren una sociedad esclava a una sociedad feliz.
Cuando acaba mi jornada laboral no tengo tiempo a pararme a escribir. Es una de las cosas que más me gusta hacer y para poder hacerlo necesito disciplina y tiempo.
El dolor de cabeza se ha relajado un poco, mañana volveré a mi rutina de trabajo para ayudar a esa gente que llama por teléfono. Seré disciplinada en el trabajo remunerado que me permite mantener una vida digna, pero mis pasiones volverán a estar relegadas a mi tiempo libre que compartiré con otros quehaceres.